miércoles, 15 de julio de 2015

Cuentos para luchar


En mi vida no le he prestado mucha atención nunca a los cuentos. Irracionalmente los he relacionado con la infancia  y una parte de mi creía que lo que pueden enseñarme está como un nivel por debajo y como son cortos y simples, sus lecciones son igualmente cortas y simples.
Estaba totalmente equivocada.

Estas semanas he recibido dos cuentos inspiradores. Los dos muy seguidos y que venían ideales para las circunstancias presentes en mi vida esos días. No son míos así que no estoy innovando pero son demasiado buenos e importantes para simplemente guardármelos para mi así que quiero publicarlos. Me han ayudado, espero que te ayuden a ti también.

Las ranas y el pozo.

Un grupo de ranas viajaba por el bosque, cuando de repente, dos de ellas cayeron en un pozo profundo.

Las demás se reunieron alrededor del agujero y cuando vieron lo hondo que era, le dijeron a las que cayeron que no había remedio y que se dieran por muertas.

Obviamente ellas seguían tratando de salir del hoyo con todas sus fuerzas y luchando por su supervivencia. Mientras, las otras seguían diciéndoles una y otra vez  que esos esfuerzos serían absolutamente inútiles.

Finalmente, una de las ranas hizo caso, se dio por vencida y murió. La otra siguió saltando con tanto esfuerzo como le era posible.

La multitud le gritaba que era inútil pero la rana seguía saltando, hasta que finalmente, logró salir.
Su reacción siguiente, fue abrazar a aquellas ranas que se encontraban arriba y les dio las gracias por “animarla”.

La rana que se salvó, era sorda y todo el tiempo pensó que había recibido un gran apoyo.

Esto demuestra el gran poder que tienen las palabras. Una voz de aliento es bastante motivante e inspiradora para ayudarnos a salir de problemas. Pero también es importante desarrollar cierta “sordera” hacia las personas que se empeñan en decirte que no puedes lograr las cosas.


La historia de la vaca

Un maestro deseaba enseñar a uno de sus discípulos por qué muchas personas viven atadas a la mediocridad y qué sucede cuando nos liberamos de las ataduras y comenzamos a utilizar nuestro verdadero potencial.

Para impartir su lección, había decidido visitar los lugares más pobres y desolados de la provincia y encontrar la más humilde de todas las viviendas.

La elegida casucha parecía a punto de derrumbarse. El improvisado techo dejaba filtrar el agua y había desperdicios por todas partes. Sin embargo, allí vivían ocho personas y en medio de este estado de escasez, contaban con una posesión poco común en tales circunstancias: una vaca. Flacucha y con escasa leche pero que producía el poco alimento de algún valor nutricional para ellos.  Era lo único que los separaba de la miseria total.

Allí pasaron la noche el maestro y su novato y al día siguiente, muy temprano y sin despertar a nadie, se dispusieron a continuar su camino. Antes de emprender la marcha, el maestro le dijo a su discípulo:“Es hora de que aprendas la lección que has venido a aprender”.

Sin que el joven pudiese hacer nada para evitarlo, el anciano sacó una daga y degolló a la vaca ante los ojos del joven.

– Maestro, dijo el joven: “¿Qué has hecho? ¿Qué lección es ésta? ¡Has dejado a esta familia en la ruina total!

Haciendo caso omiso a los interrogantes, el anciano se dispuso a continuar la marcha mientras el joven era confrontado por la nefasta idea de que, sin la vaca, aquella familia seguramente moriría de hambre.

Un año más tarde, decidieron regresar. Pero en su lugar, encontraron una casa grande y bonita.  Primeramente el joven pensó que la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado fuerte, que aquella familia había tenido que abandonar el lugar y ahora, otra con mayores posesiones había construido una mejor vivienda.

Cual sería su sorpresa cuando del interior salió el mismo hombre que un año atrás.
– ¿Cómo es posible? Preguntó el joven.

– Hace un año fuimos testigos de la profunda pobreza en que ustedes se encontraban. ¿Qué ocurrió durante este año para que todo esto cambiara?

Ignorante del hecho de que el discípulo y su maestro habían sido los causantes de la muerte de su vaca, el hombre relató como el mismo día de su partida algún maleante envidioso había degollado salvajemente al animal.

El hombre explicó como su primera reacción ante la muerte de la vaca había sido de desesperación y angustia. Sin embargo, poco después decidimos que a menos que hiciéramos algo, muy probablemente, nuestra propia supervivencia estaría en peligro. Así que decidimos limpiar algo del terreno de la parte de atrás de la casucha, conseguimos algunas semillas y decidimos sembrar legumbres con las que alimentarnos.

Después, comenzamos a vender algunos vegetales que sobraban. Con este dinero compramos más semillas y comenzamos a vender ya en el puesto del mercado. Así pudimos tener dinero suficiente para arreglar nuestra casa. De esta manera, poco a poco, este año nos ha traído una vida nueva.

El maestro, que había permanecido en silencio, llamó al joven y le preguntó:
– ¿Tú crees que si esta familia aún tuviese su vaca, estaría hoy como se encuentra?
– Seguramente no, respondió el joven.

– ¿Ves? Su vaca, a parte de ser su única posesión, era también la cadena que los mantenía atados a una vida de mediocridad y miseria. Al no contar más con la falsa seguridad que les proveía el sentirse poseedores de algo, debieron tomar la decisión de buscar algo más.

La misma vaca que para sus vecinos era una bendición, les había dado la sensación de poseer algo de valor y no estar en la miseria total, cuando verdaderamente sí estaban en ella.
Así es cuando tienes poco. Lo poco que tienes se convierte en un castigo, ya que no te permite buscar más. No eres feliz con ello, pero no eres totalmente miserable. Estás frustrado con la vida que llevas, mas no lo suficiente como para querer cambiarla.



Cuando tienes un trabajo que odias, que no suple tus necesidades y no te trae satisfacción, es fácil tomar la decisión de dejarlo. No obstante, cuando tienes un trabajo del cual no te gusta y no te hace feliz pero suple tus necesidades básicas y te ofrece cierta comodidad, es fácil conformarte con lo que tienes.

Muchos de nosotros también tenemos vacas en nuestra vida. Ideas, excusas y justificaciones que nos mantienen atados a la mediocridad, dándonos un falso sentido de estar bien cuando frente a nosotros se encuentra un mundo de oportunidades por descubrir.

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