Cuentos para luchar
En mi vida no le he prestado
mucha atención nunca a los cuentos. Irracionalmente los he relacionado
con la infancia y una parte de mi creía que lo que pueden enseñarme
está como un nivel por debajo y como son cortos y simples, sus lecciones
son igualmente cortas y simples.
Estaba totalmente equivocada.
Estas semanas he recibido dos cuentos
inspiradores. Los dos muy seguidos y que venían ideales para las
circunstancias presentes en mi vida esos días. No son míos así que no
estoy innovando pero son demasiado buenos e importantes para simplemente
guardármelos para mi así que quiero publicarlos. Me han ayudado, espero
que te ayuden a ti también.
Las ranas y el pozo.
Un grupo de ranas viajaba por el bosque, cuando de repente, dos de ellas cayeron en un pozo profundo.
Las demás se reunieron alrededor del agujero y cuando vieron lo hondo que era, le dijeron a las que cayeron que no había remedio y que se dieran por muertas.
Obviamente ellas seguían tratando de
salir del hoyo con todas sus fuerzas y luchando por su supervivencia.
Mientras, las otras seguían diciéndoles una y otra vez que esos
esfuerzos serían absolutamente inútiles.
Finalmente, una de las ranas hizo caso,
se dio por vencida y murió. La otra siguió saltando con tanto esfuerzo
como le era posible.
La multitud le gritaba que era inútil pero la rana seguía saltando, hasta que finalmente, logró salir.
Su reacción siguiente, fue abrazar a aquellas ranas que se encontraban arriba y les dio las gracias por “animarla”.
La rana que se salvó, era sorda y todo el tiempo pensó que había recibido un gran apoyo.
Esto demuestra el gran poder que tienen
las palabras. Una voz de aliento es bastante motivante e inspiradora
para ayudarnos a salir de problemas. Pero también es importante
desarrollar cierta “sordera” hacia las personas que se empeñan en
decirte que no puedes lograr las cosas.
La historia de la vaca
Un maestro deseaba enseñar a uno de sus
discípulos por qué muchas personas viven atadas a la mediocridad y qué
sucede cuando nos liberamos de las ataduras y comenzamos a utilizar
nuestro verdadero potencial.
Para impartir su lección, había decidido
visitar los lugares más pobres y desolados de la provincia y encontrar
la más humilde de todas las viviendas.
La elegida casucha parecía a punto de
derrumbarse. El improvisado techo dejaba filtrar el agua y había
desperdicios por todas partes. Sin embargo, allí vivían ocho personas y
en medio de este estado de escasez, contaban con una posesión poco común
en tales circunstancias: una vaca. Flacucha y con escasa leche pero que
producía el poco alimento de algún valor nutricional para ellos. Era
lo único que los separaba de la miseria total.
Allí pasaron la noche el maestro y su
novato y al día siguiente, muy temprano y sin despertar a nadie, se
dispusieron a continuar su camino. Antes de emprender la marcha, el
maestro le dijo a su discípulo:“Es hora de que aprendas la lección que
has venido a aprender”.
Sin que el joven pudiese hacer nada para evitarlo, el anciano sacó una daga y degolló a la vaca ante los ojos del joven.
– Maestro, dijo el joven: “¿Qué has hecho? ¿Qué lección es ésta? ¡Has dejado a esta familia en la ruina total!
Haciendo caso omiso a los interrogantes,
el anciano se dispuso a continuar la marcha mientras el joven era
confrontado por la nefasta idea de que, sin la vaca, aquella familia
seguramente moriría de hambre.
Un año más tarde, decidieron regresar.
Pero en su lugar, encontraron una casa grande y bonita. Primeramente el
joven pensó que la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado
fuerte, que aquella familia había tenido que abandonar el lugar y ahora,
otra con mayores posesiones había construido una mejor vivienda.
Cual sería su sorpresa cuando del interior salió el mismo hombre que un año atrás.
– ¿Cómo es posible? Preguntó el joven.
– Hace un año fuimos
testigos de la profunda pobreza en que ustedes se encontraban. ¿Qué
ocurrió durante este año para que todo esto cambiara?
Ignorante del hecho de que el discípulo y
su maestro habían sido los causantes de la muerte de su vaca, el hombre
relató como el mismo día de su partida algún maleante envidioso había
degollado salvajemente al animal.
El hombre explicó como su primera
reacción ante la muerte de la vaca había sido de desesperación y
angustia. Sin embargo, poco después decidimos que a menos que hiciéramos
algo, muy probablemente, nuestra propia supervivencia estaría en
peligro. Así que decidimos limpiar algo del terreno de la parte de atrás
de la casucha, conseguimos algunas semillas y decidimos sembrar
legumbres con las que alimentarnos.
Después, comenzamos a vender algunos
vegetales que sobraban. Con este dinero compramos más semillas y
comenzamos a vender ya en el puesto del mercado. Así pudimos tener
dinero suficiente para arreglar nuestra casa. De esta manera, poco a
poco, este año nos ha traído una vida nueva.
El maestro, que había permanecido en silencio, llamó al joven y le preguntó:
– ¿Tú crees que si esta familia aún tuviese su vaca, estaría hoy como se encuentra?
– Seguramente no, respondió el joven.
– ¿Ves? Su vaca, a
parte de ser su única posesión, era también la cadena que los mantenía
atados a una vida de mediocridad y miseria. Al no contar más con la
falsa seguridad que les proveía el sentirse poseedores de algo, debieron
tomar la decisión de buscar algo más.
La misma vaca que
para sus vecinos era una bendición, les había dado la sensación de poseer algo de valor y no estar en la miseria total, cuando
verdaderamente sí estaban en ella.
Así es cuando tienes poco. Lo poco que
tienes se convierte en un castigo, ya que no te permite buscar más. No
eres feliz con ello, pero no eres totalmente miserable. Estás frustrado
con la vida que llevas, mas no lo suficiente como para querer cambiarla.
Cuando tienes un trabajo que odias, que
no suple tus necesidades y no te trae satisfacción, es fácil tomar la
decisión de dejarlo. No obstante, cuando tienes un trabajo del cual no
te gusta y no te hace feliz pero suple tus necesidades básicas y te
ofrece cierta comodidad, es fácil conformarte con lo que tienes.
Muchos de nosotros también tenemos vacas
en nuestra vida. Ideas, excusas y justificaciones que nos mantienen
atados a la mediocridad, dándonos un falso sentido de estar bien cuando
frente a nosotros se encuentra un mundo de oportunidades por descubrir.
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